Abstract
A comienzos del año 2011, la comunidad internacional se sorprendió al conocer el caso del ministro de defensa alemán, Karl Theodor zu Guttenberg –a la sazón el político alemán más valorado, con un apoyo del 70%–, quien perdió su título de doctor en Derecho y tuvo que renunciar a su cargo público tras descubrirse que había plagiado aproximadamente el 20% de las 475 páginas de su tesis doctoral (es decir, unas 95 páginas).
Más recientemente se ha hecho público el caso del presidente de Hungría, Pál Schmitt, a quien la Semmelweis University de Budapest le revocó el título de Doctor luego de comprobarse que había plagiado más de 197 páginas de las 215 que componen su tesis doctoral sobre los Juegos
Olímpicos modernos. Este escándalo terminó con la dimisión de Schmitt a la presidencia de Hungría, el 2 de abril de 2012.
Estos casos constituyen una muestra de la vigencia que tiene el problema del plagio. A pesar de que se trata de una práctica que ha existido a lo largo de toda la historia, hoy en día concurren ciertas condiciones que hacen del plagio un problema especialmente apremiante. Parece claro que la principal de estas condiciones tiene que ver con el acceso a Internet y la consiguiente posibilidad de obtener grandes cantidades de información en formatos fácilmente reproducibles. Esto ha dado lugar al surgimiento de una cultura del copy-paste –la denominación informática del plagio–, que se empieza a desarrollar, casi sin conciencia, en la etapa escolar, y luego se extiende, ya en forma de hábito, a la vida universitaria.
Pero también hay razones adicionales que explican el aumento del plagio en el nivel de los investigadores profesionales: el incremento en las exigencias del trabajo científico pone sobre ellos la necesidad de publicar la mayor cantidad de trabajos en el menor tiempo posible (lo que los anglosajones han denominado síndrome publish or perish), por lo que muchos se ven tentados simplemente a reproducir pensamientos ajenos, sin respetar adecuadamente la autoría sobre las ideas. Un ejemplo conocido es el caso del Dr. Slutsky de la Universidad de California San Diego, que publicó 137 artículos en 7 años, es decir, publicó a una razón de 1 artículo por cada 13 días laborales. Llevados los antecedentes a una comisión investigadora –por la tasa sorprendente de productividad académica del Dr. Slutsky–, se comprobó que el 56% de los trabajos eran de dudosa validez y el 9% eran derechamente fraudulentos1.
Esta expansión del fenómeno del plagio ha sido constatada también por las encuestas: en una encuesta realizada en México a un grupo de académicos y científicos se determinó que el plagio está entre los tres problemas éticos que se perciben como más frecuentes o habituales en la comunidad científica (los otros dos son la falta de rigor científico y el fraude)2.
Frente a este escenario surge la necesidad de volver a teorizar sobre la materia para tener claridad acerca de los principios que la rigen. Puesto que mi campo propio de estudio es el de la Ética y la Filosofía del Derecho, abordaré aquí el problema del plagio en su relación con lo que se podría denominar "ética de la investigación científica ". Con esta finalidad, procederé del siguiente modo. Voy a dividir la exposición en ocho partes. En la primera, explicaré a qué me refiero con "ética de la investigación científica "; en la segunda, estudiaré la etimología y sentido de la noción de "plagio"; en la tercera, y para precisar más la esencia del plagio, ahora por vía negativa, examinaré aquello que no es necesario para que se constituya un plagio; en la cuarta, presentaré los argumentos para demostrar la ilicitud moral del plagio; en la quinta, trataré del principio de presunción de autoría y del derecho de cita; en la sexta, analizaré algunas formas especiales de plagio; en la séptima, reflexionaré sobre las medidas que se pueden adoptar para combatir el plagio, y, finalmente, terminaré enunciando algunos breves consejos para una "buena conducta científica".
Más recientemente se ha hecho público el caso del presidente de Hungría, Pál Schmitt, a quien la Semmelweis University de Budapest le revocó el título de Doctor luego de comprobarse que había plagiado más de 197 páginas de las 215 que componen su tesis doctoral sobre los Juegos
Olímpicos modernos. Este escándalo terminó con la dimisión de Schmitt a la presidencia de Hungría, el 2 de abril de 2012.
Estos casos constituyen una muestra de la vigencia que tiene el problema del plagio. A pesar de que se trata de una práctica que ha existido a lo largo de toda la historia, hoy en día concurren ciertas condiciones que hacen del plagio un problema especialmente apremiante. Parece claro que la principal de estas condiciones tiene que ver con el acceso a Internet y la consiguiente posibilidad de obtener grandes cantidades de información en formatos fácilmente reproducibles. Esto ha dado lugar al surgimiento de una cultura del copy-paste –la denominación informática del plagio–, que se empieza a desarrollar, casi sin conciencia, en la etapa escolar, y luego se extiende, ya en forma de hábito, a la vida universitaria.
Pero también hay razones adicionales que explican el aumento del plagio en el nivel de los investigadores profesionales: el incremento en las exigencias del trabajo científico pone sobre ellos la necesidad de publicar la mayor cantidad de trabajos en el menor tiempo posible (lo que los anglosajones han denominado síndrome publish or perish), por lo que muchos se ven tentados simplemente a reproducir pensamientos ajenos, sin respetar adecuadamente la autoría sobre las ideas. Un ejemplo conocido es el caso del Dr. Slutsky de la Universidad de California San Diego, que publicó 137 artículos en 7 años, es decir, publicó a una razón de 1 artículo por cada 13 días laborales. Llevados los antecedentes a una comisión investigadora –por la tasa sorprendente de productividad académica del Dr. Slutsky–, se comprobó que el 56% de los trabajos eran de dudosa validez y el 9% eran derechamente fraudulentos1.
Esta expansión del fenómeno del plagio ha sido constatada también por las encuestas: en una encuesta realizada en México a un grupo de académicos y científicos se determinó que el plagio está entre los tres problemas éticos que se perciben como más frecuentes o habituales en la comunidad científica (los otros dos son la falta de rigor científico y el fraude)2.
Frente a este escenario surge la necesidad de volver a teorizar sobre la materia para tener claridad acerca de los principios que la rigen. Puesto que mi campo propio de estudio es el de la Ética y la Filosofía del Derecho, abordaré aquí el problema del plagio en su relación con lo que se podría denominar "ética de la investigación científica ". Con esta finalidad, procederé del siguiente modo. Voy a dividir la exposición en ocho partes. En la primera, explicaré a qué me refiero con "ética de la investigación científica "; en la segunda, estudiaré la etimología y sentido de la noción de "plagio"; en la tercera, y para precisar más la esencia del plagio, ahora por vía negativa, examinaré aquello que no es necesario para que se constituya un plagio; en la cuarta, presentaré los argumentos para demostrar la ilicitud moral del plagio; en la quinta, trataré del principio de presunción de autoría y del derecho de cita; en la sexta, analizaré algunas formas especiales de plagio; en la séptima, reflexionaré sobre las medidas que se pueden adoptar para combatir el plagio, y, finalmente, terminaré enunciando algunos breves consejos para una "buena conducta científica".
Translated title of the contribution | Plagiarism and ethics of scientific research |
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Original language | Spanish |
Pages (from-to) | 711-726 |
Number of pages | 16 |
Journal | Revista Chilena de Derecho |
Volume | 40 |
Issue number | 2 |
DOIs | |
State | Published - Aug 2013 |
Externally published | Yes |