Abstract
Es la muerte lo que diferencia radicalmente al animal. Si la naturaleza cesa, el hombre es el único ser que muere.
Porque la muerte no es el hecho físico del deceso, sino la conciencia sobre ese último y definitivo acto de la vida terrena de cada hombre, en el que la esperanza triunfa sobre el temor a la nada, sostenida por las ideas de sobrevivencia, inmortalidad y resurrección.
Es la conciencia de la muerte la que dio origen a la idea de la vectorialidad de la duración, es decir, a la historia como transcurrir de la temporalidad irrevocable.
Por eso, la muerte es el gran tema del historiador, ya que al limitar el curso de la vida del hombre, le impone un sentido.
Ese sentido es el que intenta desentrañar este libro, último de la trilogía "Arte y Sociedad en Chile 1650-1820", compuesta también por La fiesta: metamorfosis de lo cotidiano y El Traje: transformaciones de una segunda pie.
Es un largo viaje retrospectivo desde la actual desacralización de la muerte que hoy lleva a evadirla medicalizando al moribundo o a disimularla, al sepultar a los muertos en medio de la naturaleza, como si el hombre estuviese destinado a constituir sólo un eslabón en la constante transformación de la materia, Isabel Cruz de Amenábar se remonta hasta los siglos XVII y XVIII, cuando la muerte era el asunto primordial de la vida.
Aureolada por la fe religiosa, transfigurada por el arte y la literatura, la muerte se elevó entonces desde la cesación en que concluyen los entes de la naturaleza, hasta llegar a ser momento privilegiado de la existencia, acto final de la libertad del hombre, viaje hacia el reino escatológico de la vida después de la vida.
Porque la muerte no es el hecho físico del deceso, sino la conciencia sobre ese último y definitivo acto de la vida terrena de cada hombre, en el que la esperanza triunfa sobre el temor a la nada, sostenida por las ideas de sobrevivencia, inmortalidad y resurrección.
Es la conciencia de la muerte la que dio origen a la idea de la vectorialidad de la duración, es decir, a la historia como transcurrir de la temporalidad irrevocable.
Por eso, la muerte es el gran tema del historiador, ya que al limitar el curso de la vida del hombre, le impone un sentido.
Ese sentido es el que intenta desentrañar este libro, último de la trilogía "Arte y Sociedad en Chile 1650-1820", compuesta también por La fiesta: metamorfosis de lo cotidiano y El Traje: transformaciones de una segunda pie.
Es un largo viaje retrospectivo desde la actual desacralización de la muerte que hoy lleva a evadirla medicalizando al moribundo o a disimularla, al sepultar a los muertos en medio de la naturaleza, como si el hombre estuviese destinado a constituir sólo un eslabón en la constante transformación de la materia, Isabel Cruz de Amenábar se remonta hasta los siglos XVII y XVIII, cuando la muerte era el asunto primordial de la vida.
Aureolada por la fe religiosa, transfigurada por el arte y la literatura, la muerte se elevó entonces desde la cesación en que concluyen los entes de la naturaleza, hasta llegar a ser momento privilegiado de la existencia, acto final de la libertad del hombre, viaje hacia el reino escatológico de la vida después de la vida.
Original language | Spanish |
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Publisher | Ediciones UC |
Number of pages | 326 |
State | Published - 1998 |